domingo, 12 de septiembre de 2004

Calculando números de Perseo

Disparando por mis venas,
una sanguijuela guacha
decidió que el color de la sangre
sería verde.
Siento la miel
cayendo entre mis párpados,
comiéndome la carne de yema,
para ahogar el vacío
entre sus huesudas burbujas.
Es la sensualidad idiota
la que me empuja,
la que me deja contra la pared,
marcada como un tatuaje
de espejo...
Es la realidad caótica
la que me lleva
a morderme a mi misma,
con la esperanza
de sólo hacerle daño a mi piel...
Pero no...
Sigo en pie...
Y el daño casi rosa
se encuentra a si mismo,
caído a los pies
(de un gigante),
lleno del grito
del que muda mi silencio.
Lleno del algoritmo exacto
para voltear el sonido
como un simple panqueque,
quemando dimensiones.

Porque es eso, ¿no?
Acá, estamos quemando dimensiones.
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